Muy buenas noches a todos.
Me llamó y me dijo que ya estaba afuera de mi departamento,
entonces, le dije dónde me encontraba. Luego subió, le abrí; -pasa mi amor-, le
dije. Él llegó exactamente a las 0:22 hs. En cuanto lo vi, me recordó mucho a
mi perro Inuki. Medía 1.70, blanco como la nieve, medio calvillo, de unos 30
años, ojos de color café claros.
Me pagó y le dije -acuéstate papi- seguí -desvístete que te
haré mío-. Lo acosté, le empecé a dar un masaje y en el cuarto retumbaba una
música erótica, deliciosa, del grupo Enigma. Después de un rato de arduo
trabajo dándole masaje en todo su cuerpo, empezamos a juguetear, yo con sus
nalgas y él con mis partes íntimas de 20 centímetros. Empecé a frotarme contra
su espalda y con sus nalgas blancas bien ricas, paraditas, como la nieve, se
parecía tanto a mi perro... Me enamoré de él.
Él, estando boca abajo, se giró para masturbarme y darme
unas mamadas super ricas e intensas... -¡Oh sí!-, exclamé, -paraces
profesional-, seguí, -más bien eres, un profesional-. -¿Quién es mi perra
putita?- le dije, -¡yo ama, yo lo soy!- me respondió. Me sorprendí, senti como
si estuviera con mi ex-perro Inuki que lo amo tanto, pero seguimos así, por
mucho tiempo hicimos todas las posiciones de sexo oral en la cama. Después, yo
me subí arriba de él haciéndome sexo oral, y yo, frotando mis glúteos contra su
caramelo mágico real. Estuvimos así por un rato, me calentó tanto con todo lo
que hacíamos, que le exclamé -putita, ¡métemela!-, él se quedó pensando muy
serio y respondió -nomas tantito-, -¡cuál pinche tantito!- le respondí, -ya
estoy aquí, ahora me cumples-.
Me senté arriba de él y no tardó mucho para entrar dentro de
mi, solo vi como su cara se tornaba roja de placer. Él, rojo de furia me la
empezó a meter una y otra y otra y otra vez; me dolía, pero lo disfrutaba. Yo
quería que entrara más y más adentro, pero no podía porque la tenía de 17, ¡y
yo quería más¡ Después de un rato de estar yo arriba de él (y sentirme como
toda una súcubo) le dije -empíname-, entonces, me empinó en la cama y me la
empezó a meter una y mil veces más. ¡Se sentía tan bien! Después de un rato de
estar en esa posición, me exclamó -acuéstate-, y me la empezó a meter acostada.
Estuvimos un rato en esa posición, luego, volvió a subirme
encima de él, después, me cargó y me la empezó a meter en el aire. -Papi,
¿quieres mamármela otra vez?- le pregunté, -¡sí, ama, sí!- me contestó. Me
senté y él empezó a chuparme mil y una veces más, tan intensamente, que hasta
los vidrios se empañaron, los espejos, ni se diga...
Después le dije -papi, ¿quieres que me venga en tu boca?-.
-No, espera falta que me cojas tu a mí- respondió, -¿quieres qué te coja?-
seguí, -¡sí! asintió. -¡Espera, métemela un rato más y luego yo lo hago
contigo- contesté. Otra vez me cargó y me la empezó a meter tan intensamente y
sentí un dolor y un éxtasis que se tornaba en furia. Recuerdo que apretaba su
cuerpo dejando las marcas de mis manos en su piel blanca como la nieve, después
de un tiempo me desprendí de él, me volvió a ensartar y a desprender... -ya
basta- exclamé, -tengo que cojerte yo-. Lo empiné, se veían tan ricas sus
nalgas blancas, respingaditas que le metí una nalgada bien surtida, se la
empecé a meter, lo puse empinado, luego, lo puse contra la pared, lo acosté, y,
después de mucho tiempo así, otra vez me la empezó a mamar ya llegando al
climax. Habían pasado como tres horas, y me dijo -quiero que te vengas-, me la
empezó a chupar muchas veces; lamía la cabecita tan rico, que empecé a gemir de
placer como en todo el jugueteo hasta que me hizo venir en su boca y en su
cara.
Corría y corría demasiada lechita, caía sobre él, sobre su
bello rostro, se parecía tanto a Inuki... Entonces terminé de venirme y siguió
mamando; cuando reaccioné, se me volvió a parar el asunto y que otra vez me
vuelvo a venir en su boca, esta vez alcanzó a tragárselo todo en esa segunda
venida de mí. Él se vino también y empezó a gemir, gimió tanto que nos encantó.
Cuando terminamos, nos vestimos, conversamos un momento y él
me dijo -quiero ser tu esclavo sexual-... ¡Mi nuevo Inuki! -¿Qué pasara con
Inuki?- pensé, -ya veremos- le respondí. Quedamos de separar otra cita para el
fin de semana porque según me dijo él, le encantó. Abrí la puerta y se marchó.
Yo simplemente salté a la cama, complacida, pensando en todos los besos en la
nuca, en el cuello, en la espalda que él me dio y yo le di... en todo, pero
bueno a dormir ya.
FIN...